Esta página contiene algunos enlaces de afiliados como amazon o hotmart. Si haces click en un enlace, yo me llevo una pequeña comisión por venta sin que a ti te salga más caro. Gracias a ello, puedes seguir disfrutando de este contenido gratuitamente.
INTRODUCCIÓN
Este viaje fue el despertar de mi espíritu viajero que tenía dormido desde los 16 años. El último viaje que hice fue junto con mi familia en autocaravana a los países nórdicos. A partir de este viaje, me di cuenta de que ya me aburría viajar en familia y deseaba hacerlo con amigos. Pero a esas edades, mis amigos estaban más por las fiestas populares y nocturnas, y no había manera de sacarlos de la ciudad.
Además, entre los estudios y el trabajo, era difícil encontrar tiempo y dinero para viajar. También tenía cierto miedo a viajar solo. Sí, había hecho muchas excursiones por el Pirineo y alguna escapada cercana como a Francia, pero nunca había viajado en avión solo.
Así que, después de cobrar dinero de una indemnización por un accidente de tráfico, decidí apuntarme a un viaje de aventura organizado por una agencia.
PREPARATIVOS
Llega el momento de preparar el equipaje para el viaje. Menudo lío para escoger la ropa, nunca había estado en un país nórdico en invierno y temía no llevar la ropa adecuada. Así que me cargué con toda la ropa de esquí y de invierno que tenía. Cargué toda la mochila grande, la pequeña con la cámara y ropa para un par de días por si me pierden la maleta.
EL VIAJE
Domingo 13 de marzo de 2011
Día de vuelos. Mi padre me acerca al aeropuerto. Qué sensación más extraña, o habíamos viajado juntos o yo le había llevado a él, pero él a mí nunca. Esto solo sería el principio…
Parece una tontería, pero hasta entonces nunca había cogido un avión solo, y estaba muerto de miedo.
Me esperaban dos vuelos: Barcelona a Copenhague y Copenhague a Reykjavik. El primer vuelo bien, muy tranquilo. Al llegar a Copenhague, tengo que recoger la maleta y luego facturarla de nuevo. Los mostradores para facturar la maleta están cerrados, y tengo que esperar 6 horas fuera de la terminal. Ese día los nervios me bloquearon para hablar inglés, y no me entendía con el personal del aeropuerto. Había consigna de equipajes, pero no lo sabía, y pasé 6 horas eternas aburrido solo escuchando música (entonces no tenía smartphone, solo un Nokia indestructible).
Después de la espera, toca volar por fin a Islandia. El vuelo llegando a Islandia tuvo bastantes turbulencias, y me tocó sentarme entre dos hombres con bastante sobrepeso que iban dejando flatulencias. Estaba al lado de la salida de emergencia y justo delante se sentaba una azafata que de tanto en tanto me miraba y se reía. Seguramente de mi cara roja aguantándome la respiración y con los brazos entre las piernas porque no tenía espacio para sentarme bien.
Por fin aterrizo en Islandia, un aterrizaje que recuerdo como si el avión aterrizara de lado. Nos recibe el guía a los clientes del viaje (Islandia y Auroras Boreales) y nos lleva en furgoneta al Hostel de Reykjavik. Un trayecto con nieve y mucho viento, la furgoneta iba de lado a lado todo, y la buena conducción del guía. Con razón me pareció que el avión aterrizó de lado.
Del Lunes 14 al sábado 19 de marzo de 2011
Empieza el viaje por el sur de Islandia. Mucha nieve, lluvia, frío y muchísimo, muchísimo viento. Me di cuenta rápido, Islandia es el país del viento. Todo me parecía espectacular: los glaciares, las cascadas y los monstruosos 4×4 (se notaba que aquí no siguen las directrices de la Unión Europea). Esos fuertes vientos provocaban un mar tan movido que en primera línea de playa había olas gigantes.
Casi todo el viaje se hacía en furgoneta, y hacíamos excursiones a pie fáciles. En todas las excursiones pasaba mucho, mucho frío. La ropa de invierno que tenía era del Decathlon, Decathlon del 2010 o anterior, con muy poca calidad. Ahora ha cambiado mucho. En una de esas excursiones, subimos a una colina y nos pilló un paso de tormenta con vientos muy fuertes. Ahí me di definitivamente cuenta de que la ropa que llevaba iba muy bien para esquiar un día de buen tiempo, pero para el crudo invierno y países nórdicos era del todo inadecuada.
Del domingo 19 al viernes 25 de marzo de 2011
Después de una semana con el grupo, llegó la hora de quedarme solo. Alquilé un coche y fui improvisando una semana. El dinero solo me llegaba para un coche pequeño, con las carreteras heladas y que a veces cortaban puertos, no me atreví a alejarme mucho de la capital por miedo a no poder volver.
Fui recorriendo en coche zonas del oeste de Islandia, y el lugar que más me gustó fue el Kirkjufell. Ahora es un lugar súper conocido, pero para el 2011 no tanto. Mi abuelo tenía una foto del Kirkjufell y quería ir sí o sí a ese lugar. Hacía poco más de un año que había muerto, y llegar al sitio y hacer la foto era algo así como un homenaje.
Así que me dirigí hacia el Kirkjufell en medio de una nevada. La carretera estaba abierta, así que no me preocupé mucho. Conducía un Volkswagen Polo con neumáticos de invierno (sin clavos) y sin cadenas. Se conducía bien por las carreteras heladas y con nieve, pero para llegar al Kirkjufell había que subir a un puerto. Llegando arriba había más de 20 centímetros de nieve y el coche empezaba a resbalar. Por suerte, ya tenía experiencia en conducir por nieve en el Pirineo y en subidas así que pude subir.
Ya superado el puerto, me dirigí al Kirkjufell en medio de una buena nevada con dudas por si vería el paisaje o no. Llegué por fin al Kirkjufell. Menuda sensación, ¡por fin en ese lugar! La cascada helada y la montaña Kirkjufell de fondo. La foto no me serviría casi ni para el Facebook, pero yo no podía estar más contento.
Me apunté al viaje en grupo y luego me quedé una semana más con la esperanza de poder contemplar las auroras boreales, pero no hubo suerte. Tampoco sabía entonces que las vería dos años más tarde en las Islas Lofoten (Noruega).
Se termina el viaje y vuelvo a casa con una alegría inmensa de haber podido viajar después de tanto tiempo.
Mi familia y amigos no paran de decirme que por fin he hecho un viaje y así voy a dejar de molestar con el tema viajar y así me quedo más tranquilo por Barcelona. Pero no tenían ni idea de lo que decían. Le había perdido el miedo a viajar solo. Las ganas de viajar se multiplicaron y eso solo sería el principio.